jueves, 11 de septiembre de 2014

BENDICIONES SIEMPRE EN CRISTO JESUS

LA ORACIÓN ANTECEDE LA INTERVENCIÓN DE DIOS

LA ORACIÓN ANTECEDE LA INTERVENCIÓN DE DIOS

A veces por las diversas dificultades y problemas viene el desánimo, y con éste el enfriamiento espiritual descuidando nuestra vida de oración. Sin embargo debemos tener presente que a lo largo de la Escritura, los milagros de Dios, o su intervención sobrenatural, estuvieron precedidos del clamor de un pueblo o de una persona. En muchos momentos de crisis que Israel enfrentó Dios manifestó su gloria, pero esto estuvo antecedido de un arrepentimiento y un clamor por parte de Israel. El oído de Dios está presto para escuchar a sus hijos y salvarlos, recuerda: “no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni su oído se ha hecho sordo para escuchar”…


LA ORACIÓN ANTECEDE LA INTERVENCIÓN DE DIOS

Aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. Y luego, cuando subía del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él. Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.” Marcos 1:9-11.

A la luz de éste texto podemos ver que hay acciones que provocan respuestas sobrenaturales. Juan el bautista estaba bautizando en el río Jordán, y Jesús obedeció bautizándose. La autoridad delegada por Dios en ese momento para bautizar era Juan el bautista, y Jesús reconoció esto. La palabra Jordán significa: “el que desciende”, es el único río del mundo cuyo curso se halla, en la mayor parte de su longitud, por debajo del nivel del mar. Figuradamente podemos decir que Cristo descendió, él obedeció. Una de las cosas a las cuales debemos renunciar para obedecer es el orgullo, y aquí una vez más Jesús nos enseña.

Ante la obediencia de su Hijo, Dios manifiesta el gozo de su corazón. Vemos que el corazón de Dios se conmovió por la obediencia del Hijo, y varias cosas suceden: los cielos se abren, el Espíritu Santo viene sobre Él, el Padre expresa su gozo y da testimonio de su Hijo Jesús. Nuestro Dios es sobrenatural, y nuestra obediencia permitirá que se manifieste en nuestras vidas (a través de bendiciones, unción, relación divina, etc). Te invito a leer: “La Renovación De La Mente”.  

Sin embargo, hay situaciones que prueban nuestra fidelidad a Dios. En el contexto de éste acontecimiento podemos ver algunas cosas fundamentales: el Espíritu Santo lleva a Jesús al desierto, éste es un lugar hostil, duro, seco, solitario, doloroso, escaso de vida, etc. Durante cuarenta días Jesús estuvo allí. El número cuarenta indica prueba. Recordemos que Las pruebas vienen de Dios, nos edifican, fortalecen y preceden la promoción.

Nadie puede aceptar las ofertas de Satanás y servir a Dios al mismo tiempo, porque nadie puede servir a dos señores. Es un error ignorar al enemigo del pueblo de Dios, pues de diversas maneras va a intentar sacarte del plan de Dios, pero lo que el Señor hará será fortalecerte y ayudarte a seguir adelante, porque detrás de toda tempestad hay un gran territorio que conquistar. Dios no quitó la cruz del plan, pero sí envió a sus ángeles y fortaleció a su Hijo, para ir a ella.

Recuerda: “Las grandes conquistas están precedidas de situaciones difíciles, donde Dios se hace grande”. Por ejemplo: pruebas y tentaciones. Dios estaba allí en el bautismo de su Hijo, el texto nos dice: “el Espíritu como paloma”, “la voz de los cielos”, “el Espíritu lo llevó al desierto”, “los ángeles”… entonces en las decisiones difíciles, en el desierto, en la tentación, y en las pruebas, Dios está con nosotros. Recuerda la oración antecede la intervención de Dios

También en medio de la persecución y oposición Dios nos fortalece y ayuda. Juan el bautista había sido encarcelado; sacerdotes, escribas y fariseos se resistían a la predicación de Jesús, pero Dios respaldaba con gran poder su Palabra y multitudes venían a Él, y poco a poco Israel comienza a ser conquistado por Jesús (v. 15). El ministerio del Señor Jesús comienza a tener nuevos alcances y un gran  impacto regional, acompañado de milagros y sanidades (Mr. 1:28, 34, 39).    

Reflexión final: Debemos decidirnos por hacer la voluntad de Dios, ser conscientes de los desiertos y de Su cuidado cuando estamos caminando por ellos, y perseverar con Su fuerza porque la victoria está adelante, hay un nuevo territorio por conquistar… nuevos milagros por ver… nuevas revelaciones de Dios por conocer… Adelante Dios está contigo.

(Escrito por Pastor Gonzalo Sanabria)

Te invito a leer:



jueves, 4 de septiembre de 2014

¿ ES BIBLICO TENER APOSTOLES HOY ? este estudio biblico nos revela que no. tome un tiempo y aclare sus dudas y no olvide cual es el manual de vida .

¿Es bíblico tener apóstoles hoy?

 
¿Es bíblico tener apóstoles hoy?
 
 Hay mucha obsesión con títulos, oficios y el poder lucir y ser importante. Se emplean constantemente las técnicas de publicidad y promoción del mundo secular. 
08 DE MARZO DE 2014
 
Para enfocar este tema, es necesario primero analizar los diferentes usos de la palabra griega  apostolos. El término se deriva del verbo  apostellô , que significa simplemente "enviar". Por eso, (1) el sentido más general de  apostolos , como en Juan 13:16, es cualquier persona enviada en cualquier misión (recadero, mandadero). Un aspecto más específico de este sentido (2) ocurre en 2 Cor 8:23 y Fil 2:25 cuando mencionan "los mensajeros de las iglesias" ( apostoloi ekkêsiôn ), como delegados comisionados por las congregaciones para alguna tarea. En tercer lugar (3), la palabra significa "misionero", que es el equivalente en latín (del verbo  mitto, misi , "enviar"). En este sentido Jesucristo es el "misionero" enviado por Dios (Heb 3:1). Como veremos más adelante, Cristo no era "apóstol" en el mismo sentido que los doce, sino como "enviado" y "misionero" del Padre y prototipo de la misión de la iglesia (Jn 20:21; Mr. 9:37; Mt 10:40; Jn 13.20: Jesús es el Enviado del Padre).

El cuarto sentido (4) es lo que generalmente entendemos por "los apóstoles", como Pedro, Pablo y los demás. En ese aspecto, el término podría llamarse un título, de una primacía en cierto sentido jerárquica.[1]

Dados estos diversos sentidos de la palabra "apóstol", es necesario en cada texto bíblico determinar cuál de ellos se está empleando. Serios problemas resultan cuando se confunde un sentido con otro. Los "apóstoles" de hoy toman pasajes donde el término significa "misionero" pero los aplican en el otro sentido y quieren atribuirse los títulos y autoridades de los doce y de Pablo. La iglesia católica hace algo parecido con su " sucesión apostólica" a través de los siglos. Según el Nuevo Testamento, los apóstoles no tienen sucesores.

EL TRASFONDO JUDÍO
El apostolado del Nuevo Testamento se basó en una práctica judía de designar un emisario, llamado  ShaLiaJ , con plenos poderes para representar a quien lo había enviado (Esd 7:14; Dn 5:24; cf 2 Cron 17:7-9). El  ShaLiaJ  era una especie de plenipotenciario ad hoc. Eran comunes las fórmulas legales como "el que te recibe a tí me recibe a mi", "lo que ustedes atan en mi nombre lo he atado yo" y muchos otros parecidos, que aparecen también en el Nuevo Testamento (Mr 9:37; Mt 16:19; Lc 10:16; Jn 13:20; 20:23). La comisión del  ShaLiaJ  era para una tarea específica y no era transferible a otras personas.

El paradigma definitivo, Hechos 1: Después de suicidarse Judas, los discípulos sentían la necesidad de completar el número doce, como paralelo con las doce tribus de Israel. Con ese fin, guiados por el Espíritu Santo, definieron los requisitos indispensables para incorporarse en el apostolado. La elección se limitó a "hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que entre nosotros fue recibido arriba" para que "uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección" (Hech 1:21). Además, la selección fue hecha por Cristo mismo (1:24; cf. 1:2). Veremos en seguida que todas estas mismas condiciones se aplican al caso de Pablo.

Ese texto, y otros, muestran que para ser apóstol en el mismo sentido que los doce y Pablo, era requisito indispensable haber sido testigo ocular y presencial del ministerio de Jesús (Hechos 1:21-22; cf. 1 Jn 1:1-4) y de su resurrección (Hch 10:40-42; 1Co 15). Por supuesto, tal cosa sería imposible después de morir los contemporáneos de Jesús. La iglesia ahora es "apostólica" cuando es fiel al testimonio de ellos, que tenemos en el Nuevo Testamento, y cumple así su "apostolado" misionero. Sobre el fundamento de ellos Cristo sigue construyendo la iglesia (Efes 2:20).

Es importante reconocer que esta sustitución de Judas por Matías es el único reemplazo de un apóstol, precisamente para completar el número de doce. Matías no era sucesor de Judas sino su reemplazo. Después, al morir los doce y Pablo, ni el Nuevo Testamento ni la historia de la iglesia narra la elección de algún sucesor de alguno de ellos. Al morir el apóstol Jacobo, nadie le sucedió o reemplazó (Hech 12:2). El grupo quedó cerrado, como es evidente en Apocalipsis 21:14. Obviamente, en esas puertas de la Nueva Jerusalén no aparecerá el nombre de ninguno de nuestros apóstoles de hoy.

Toda esta evidencia bíblica deja muy claro que para ser apóstol, el candidato tenía que ser alguien del primer siglo. Nadie después del primer siglo podría haber sido testigo presencial del ministerio de Jesús y de su resurrección. Ese requisito descalifica de antemano a todos nuestros "apóstoles" de nuestros tiempos modernos.

EL APÓSTOL PABLO
El apostolado de Pablo fue severamente cuestionado, precisamente porque él no había sido uno de los discípulos, como requiere Hechos 1, aunque sí era contemporáneo de Jesús y sin duda testigo de su ministerio.[2] Repetidas veces Pablo tiene que defender su llamado de apóstol, pero lo significativo es que lo defiende en los mismos términos básicos de Hechos 1: él también había visto al Resucitado (1 Cor 9:1; 1Cor 15), fue nombrado apóstol no por hombres sino por el mismo Cristo (Gal 1:1,15-17,19; cf. 1 Tim 1:1; 2:7), y él, igual que los doce, había realizado las señales de apóstol y la predicación del evangelio (2 Cor 12:12; cf. Rom 15:18-19).

En 1 Corintios 9:1-6 Pablo se defiende contra los que negaban que él era apóstol:
 ¿No soy apóstol?
 ¿No soy libre?
 ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro?
 ¿No sois vosotros mi obra en el Señor?
 Si para otros no soy apóstol, para vosotros ciertamente lo soy;
 porque el sello de mi apostolado sois vosotros en el Señor.

A continuación, Pablo responde a los que le acusan, afirmando que él tiene los mismos derechos de todos los apóstoles (9:3-6; cf. 2 Cor 11:5,13; 12:11s).

En este contexto, 1 Corintios 15 es especialmente importante. En este pasaje Pablo afirma vigorosamente la fe en la resurrección (15:1-8, 12-58) pero también, menos conspicuamente, defiende su propio apostolado (15:8-11). Después de definir el evangelio como la muerte, sepultura y resurrección de Cristo (15:1-4), Pablo enumera una lista de los que podríamos llamar "los testigos autorizados de la resurrección" (15:5-8): Céfas, los doce, más de quinientos hermanos, Jacob, después todos los apóstoles y al final Pablo mismo. Por eso, de las varias personas que el Nuevo Testamento llama apóstoles, sabemos que tenían que haber sido testigos presenciales de la resurrección.

Está claro que en este pasaje Pablo no está hablando sólo de visiones espirituales, como tuvo él mismo (2 Cor 12) y que tuvieron Esteban (Hech 7) o Juan (Apoc 4-5), que no podrían servir como evidencias de la resurrección corporal de Jesús. El verbo repetido en estos versículos de 1 Cor 15 es "apareció", y el sujeto activo es el Resucitado (cf. Gál 1:16). Eran visitaciones del Señor, apariciones por iniciativa de él, para demostrar la realidad de su resurrección. Se trata de revelaciones corporales como las de Cristo durante los cuarenta días, que constituyeron a sus receptores en testigos oculares del hecho. En ese sentido, Pablo reconoce que su propio caso es una anomalía, pues aunque era contemporáneo de Jesús, no había sido discípulo ni había estado presente con los discípulos durante los cuarenta días. Sin embargo, insiste en que su encuentro con Cristo en el camino a Damasco pertenecía a la misma serie de visitaciones especiales. Por otra parte, Pablo afirma que su encuentro con el Resucitado fue la última de la serie (15:8; cf. 1 Cor 4:9), sin posibilidad de otras. Para mayor énfasis, Pablo afirma que Cristo lo llamó al apostolado no sólo de último sino "como un abortivo" (Gr.  ektrômati) , una excepción. Pablo era un apóstol "nacido fuera del tiempo normal". No puede haber otros apóstoles después de él.

OTROS APÓSTOLES
Este pasaje habla de "todos los apóstoles", además de los doce y Pablo (1 Cor 15:7), pero todos ellos eran también testigos oculares de la resurrección. En cambio, de líderes que sabemos que no habían participado en esa experiencia, como Apolos y Timoteo, el Nuevo Testamente nunca los llama "apóstol". No podían ser apóstoles sin haber visto al Resucitado (y no sólo en visión mística). Por eso, de todas las demás personas llamadas "apóstol" podemos estar seguros de que habían sido testigos oculares del Resucitado o si no, eran  apostoloi  sólo en el sentido de "misioneros" o de "delegados congregacionales".

Es muy significativo que tanto los doce como Pablo aplican los mismos requisitos básicos para el apostolado: sólo pueden ser apóstoles los que habían visto al Cristo en su cuerpo resucitado y habían sido comisionados personalmente por él para ser testigos de su vida y resurrección. De estos, el último fue el apóstol Pablo. Los apóstoles cumplieron una función histórica. Obviamente, nadie que no sea del primer siglo puede ser testigo ocular de lo que nunca presenció.

EFESIOS 4:11
Frente a estas enseñanzas bíblicas muy claras, el mal llamado "movimiento apostólico" apela, sin interpretación cuidadosa, a unos pocos textos. El versículo principal es Efesios 4:11, tomado fuera de contexto. 

El pasaje completo es una cita modificada del Salmo 68:18 con introducción y conclusión:
 Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia
 conforme a la medida del don de Cristo.
 Por lo cual dice:
 Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad,
 y dio dones a los hombres.
 Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero
 a las partes más bajas de la tierra?
 El que descendió, es el mismo que también subió
 por encima de todos los cielos para llenarlo todo.
 Y él mismo constituyó a unos, apóstoles;
 a otros, profetas;
 a otros, evangelistas;
 a otros, pastores y maestros.

El tema de Efesios 4:7-16 es la unidad de la iglesia con su diversidad de dones, todo orientado hacia el crecimiento del cuerpo (4:13-16). Pablo introduce este tema con una cita del Salmo 68, uno de los salmos más difíciles y con complicados problemas textuales. Pero el tema central de ese salmo está claro: Dios es un poderoso guerrero (68:35) que en diversos momentos ha descendido a la tierra para liberar a su pueblo (68:11-14,20-21) y después de su triunfo, sube al monte Sión (o al cielo) llevando cautivos (68:15-18,24,29,35) y reparte el botín entre su pueblo (68:12,18).

Pablo adapta la cita en varias formas, especialmente cambiando "tomaste dones" (Sal. 68:18) en "dio dones" (Ef 4:8), para aplicar la cita a la ascensión de Cristo y la venida del Espíritu con sus dones. Al volver al cielo, el Cristo vencedor repartió el botín entre su pueblo. El énfasis cae sobre la ascensión de Cristo y el momento histórico-salvífico en que el Resucitado victorioso envió el Espíritu como botín de su triunfo.

El verbo "constituyó" (4:11,  edôken , "dio") es un pretérito punctiliar, que describe algo que Cristo hizo cuando ascendió, conforme también al modelo del Salmo 68. No dice absolutamente nada sobre el futuro, si Cristo seguiría dando apóstoles a la iglesia, hasta su segunda venida, como podrían haber sugerido otros tiempos verbales. Como comenta I. Howard Marshall en el Comentario Bíblico Eerdmans (p.1389), "Puesto que esta carta vino de una época cuando estaban funcionando apóstoles y profetas, es imposible sacar alguna conclusión desde este pasaje sobre su continuación o no en la iglesia después".

De otros pasajes, como hemos visto, queda evidente que el apostolado no puede haber continuado después de morir los últimos testigos presenciales. En cambio, otros pasajes dejan claro que el don de profecía (y la falsa profecía) continuarían en la iglesia. Al ascender, Cristo dio un don que era de una vez para siempre (apóstoles) y otro que había de seguir hasta su venida (profetas). El llamado apostólico corresponde en eso a su origen en el encargo de  ShaLiaJ , que no era transmisible.

Por otra parte, Pablo habla en 2 Cor 11:13 de "falsos profetas ( pseudapostoloi ), obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo" (cf. Ap 2:2; Didajé 11:3-6) y, quizá sarcásticamente, de "superapóstoles" ( tôn huperlian apostolôn , 2 Cor 11:5; 12:11, NVI).

CONCLUSIÓN
Dos de los grandes vicios de la iglesia evangélica hoy son la sed de poder, prestigio y riqueza de algunos de nuestros líderes, y entre los fieles el culto, ciego y casi idolátrico, a las personalidades famosas.

Hay mucha obsesión con títulos, oficios y el poder lucir y ser importante. Se emplean constantemente las técnicas de publicidad y promoción del mundo secular. Eso es totalmente contrario al espíritu de Jesucristo y del evangelio. Mucho más acertado es el viejo refrán, "al pie de la cruz, todos somos párvulos".

Hace unos años, en un foro sobre el tema de los apóstoles, alguien intervino para decir, "Antes era suficiente el título de pastor, pero ahora con las enormes megaiglesias, llamarlos pastor les queda muy corto." ¡Al contrario! Si el título "pastor" les queda corto para ellos, ellos se quedan demasiado cortos para el título de pastor.

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[1] Debe mencionarse aquí que en Cuba el término tiene otros matices, dado el papel de José Martí como "el Apóstol" para todos los cubanos. En ese contexto, "apóstol" suele ser una expresión de cariño y respeto pero no de autoridad ni en parangón directa con los doce apóstoles.
[2] Cuando Pablo dice en 2 Cor 5:16 que antes conocía a Cristo según la carne pero ahora no, es obvio que no quiere decir que ignoraba la vida de Jesús. Más bien, está diciendo que antes conocía a Cristo según criterios carnales (kata sarx), pero que ahora como creyente no conoce a nadie según la carne, lo que significa en ambos casos que ya conoce a todos según el Espíritu.
Autores: Juan Stam

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lunes, 1 de septiembre de 2014

EL SEÑOR ES MI FORTALEZA

EL SEÑOR ES MI FORTALEZA

EL SEÑOR ES MI FORTALEZA
(Pastores Gonzalo y Andrea Sanabria)

Dios es protección y provisión para sus hijos, el Señor es la fortaleza del creyente. La palabra fortaleza en el texto de hoy (Habacuc 3:19), es traducida del término hebreo Kjáil, que significa: facultad o “potencialidad”, capacidad de hacer o de producir. Con cierta frecuencia el término aparece en un contexto marcial. Se trata de la “fuerza” física, de la “potencia” y capacidad de desempeñarse bien en el campo de batalla. “Fortaleza” nos habla primeramente de la fuerza de Dios que viene sobre el creyente y lo capacita para vencer en medio de la batalla espiritual, pues en él somos más que vencedores… 


EL SEÑOR ES MI FORTALEZA (Devocional No. 095)

“Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar”. Habacuc 3:19.
En el A.T. los términos “ciudad” y “fortaleza” eran virtualmente sinónimos, pues las ciudades a causa de los enemigos debían construirse en sitios estratégicos (lugares altos) y rodeados de murallas. Nuestro Dios es nuestra fortaleza, pues nos guarda y protege del enemigo, David vivió esta verdad cuando huía del rey Saúl y Dios lo libró, y por eso cantó: “Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré, mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio” (Salmo 18:2).

Cuando logramos depositar nuestra confianza en Dios, le adoramos y seguimos en medio de las dificultades, y perseveramos en él, Dios no sólo es escudo alrededor nuestro, en él somos inaccesibles para el enemigo (Puedes leer más acerca de la batalla en: “La Batalla Espiritual”).

Reflexionemos ahora en la frase: “él hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar”. Esto nos permite concluir que con el poder de Dios podemos caminar en victoria y ser intocables para el enemigo. 

Los ciervos de las montañas palestinas se destacan por su gracia y ligereza, con sus patas tienen la habilidad de saltar y correr entre las pendientes rocosas (“alturas”). El macho  suele vivir en solitario, mientras que las hembras, junto con los ejemplares más jóvenes y crías, se organizan en rebaños que pueden ir  desde 3 ejemplares a más de 20, por ser las hembras las que finalmente se encargan del rebaño, nos dice el texto: “Dios hace mis pies como de ciervas”. Te invitamos a leer “La Armadura de Dios”.   

Las ciervas en las zonas altas, escarpadas y pendientes, se sienten más seguras, pues difícilmente los depredadores (osos, leones, lobos) pueden alcanzarles para devorar sus crías. Así pues, Dios nos da la capacidad de caminar por sendas seguras, y de rectitud donde el enemigo no nos puede tocar, ni alcanzar.

Reflexión final: Como el profeta Habacuc, nosotros podemos confiar en Dios en todo tiempo, esa confianza en él, produce gozo en nuestro corazón, pues sabemos que Dios nos sostendrá y fortalecerá, y él nos impulsará para caminar en victoria.